Eleonore de la Rochefoucauld proviene de una de las casas nobiliarias más antiguasEleonore de la Rochefoucauld proviene de una de las casas nobiliarias más antiguas

“¡Los caballos me apasionan!”. Nació en París en una familia con título nobiliario, vive en Dubái y tiene un fuerte vínculo con la Argentina

2025/12/20 14:00

Que la llamen la “aristócrata del lujo” no es una exageración. Si bien desde hace tres años está instalada en Dubái, uno de los siete emiratos que componen los Emiratos Árabes Unidos, las raíces de Eleonore de La Rochefoucauld están en Francia. Experta en estilo y moda, ella proviene de una de las casas nobiliarias más antiguas: hay una larga lista de figuras notables vinculadas al clero (y a los reyes), al arte, la política, la arquitectura y a las ideas.

Días antes de su visita a la Argentina, Eleonore protagonizó una fabulosa producción fotográfica en Dubái

Su apellido nombra una villa histórica y, por supuesto, al imponente castillo medieval familiar, una joya de la arquitectura renacentista. “Aunque la palabra ‘aristocracia’ vaya de la mano de mi apellido, no me identifico con ella en el sentido tradicional. La aristocracia no vive en castillos ni andamos cazando animales o yendo de una propiedad a otra…”, dice a ¡HOLA! Argentina Eleonore, que es hija de un economista y de una ex directora de un banco y que pasó su infancia entre la casa familiar ubicada en el Distrito 8 –el lujoso barrio parisino dominado por los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo– y los fines de semana en la casa de campo en Le Loiret.

“En el colegio, cuando algún profesor hablaba de mis ancestros, yo me sentía más avergonzada que orgullosa. En Francia, la aristocracia es muy discreta”, revela

–Sos una aristócrata moderna …

–Algo así. Más que con un título nobiliario, me conecto con los valores y la mentalidad de esa herencia: el sentido de la estética, el aprecio por la cultura y la belleza, la curiosidad, el refinamiento y la idea de que la elegancia tiene más que ver con la intención que con el estatus… Por la educación que recibí, entendía que la historia familiar tenía que ver, más bien, con cierta forma de ver el mundo. En Francia, la aristocracia tiende a ser extremadamente discreta, casi se disculpa por su herencia. Si, por ejemplo, en el colegio [asistió al prestigioso liceo Fénelon Sainte-Marie] algún profesor nombraba a alguno de mis ancestros o al castillo, yo me sentía más avergonzada que orgullosa.

“Conecto con los valores y la mentalidad de mi herencia: el sentido de la estética, el aprecio por la belleza

–¿Recordás un momento puntual en el cual empezaste a valorar tus orígenes?

–Fue gradual. Un día sentí todo el peso y la inspiración del pasado: sentí la continuidad. Las generaciones anteriores a mí habían amado el arte, la reflexión y la curiosidad. Así que más que el apellido en sí, fue la atmósfera aristocrática en la que crecí la que fue moldeando mi ojo para la elegancia y mi manera de comportarme. Para mí, la herencia no es jerarquía: se trata, más bien, de cultivar el gusto, la profundidad, la educación y aportar algo significativo al mundo. Empecé a construir mi propio camino, expresando este legado de una manera contemporánea y personal.

Desde su casa, en el District One Crystal Lagoons de Dubái, un emprendimiento de ultralujo a diez minutos del icónico Burj Khalifa, graba “Habibi Come to Dubai”, su podcast

–Tras egresar del Istituto Marangoni de París, armaste una empresa de asesoría de lujo en imagen. ¿Qué te llevó a Dubái?

–Hace tres años, sentí que la vida me empujaba a empezar de cero y decidí reconstruir mi vida en Dubái. Se alineaba con mis proyectos y, en especial, con mi consultoría en imagen de lujo y mi interés en asesorar a clientes de alto perfil y familias con legados.

–Parece un destino tentador, pero también muy desafiante. ¿Qué te dijo tu familia?

–Al principio, no estaban tan entusiasmados. [Se ríe]. Aunque extraño mucho Francia [vuelve cada tres meses] y a mi perra dálmata [Eleonore está haciendo el papeleo para llevarla a Dubái], mudarme fue una de las mejores decisiones que tomé. Es una ciudad competitiva y exigente, pero recompensa a quienes están dispuestos a reinventarse y no temen empezar de cero.

“En Dubái, cada día es diferente: las mañanas son tranquilas, lejos del celular, con meditación; voy al gimnasio y, luego, planifico mi agenda. Las tardes son a plena actividad, asesorando clientes en estilismo o ayudándolos con las compras. Por las noches, suelo ir a eventos o veladas culturales”, explica

–Asesorar a clientes con tradiciones tan diferentes debe haber sido todo un reto.

–Es un arte delicado, pero me apasiona. Por confidencialidad, no puedo revelar sus nombres, pero sí decir que cada uno de mis clientes tiene su propia historia, cultura y expectativas: algunos provienen de familias con siglos de tradición; otros son nuevos ricos que desean comprender los códigos de la vieja escuela. Mi función es traducir sus objetivos en algo coherente, respetuoso y auténtico. Lo hago a través de un método propio: un enfoque holístico que combina mi bagaje cultural y mi experiencia de diez años en el mundo del lujo con bienestar interior y otras herramientas, como la radiestesia y el ThetaHealing [una técnica de meditación en la que Eleonore está certificada]. Que se sientan conectados con ellos mismos es mucho más significativo que cualquier compra que hagamos.

Eleonore con Sophie Alurralde en la final del Campeonato de Pato 2025 que se celebró el 14 de diciembre en el Campo Argentino de Polo

–¿Te han hecho pedidos poco habituales?

–¡Muchos! Una vez, una clienta me pidió que le consiguiera un reloj muy exclusivo y que no era posible de conseguir en Dubái. Di con el modelo exacto en otro país y llegó en un jet privado. Ella quería que se lo entregara en horas. En Dubái, nada es imposible…

–¿Cambiaron tus definiciones de elegancia y lujo?

–Tenía una visión muy europea del estilo, pero al estar rodeada de mujeres que expresan confianza y sofisticación de otra manera, aprendí una nueva dimensión de refinamiento. Lujo, para mí, no es exceso, sino coherencia; y la discreción tiene un valor más sutil y poderoso que la ostentación. La elegancia –que no se compra, pero sí puede cultivarse– es una mezcla de tu postura, tu inteligencia emocional, tu paz interior, la sensibilidad cultural y cómo te desenvolvés sin ruido.

–¿Qué te trajo a la Argentina?

–Soy una gran viajera y llevaba años soñando con venir. Cuando recibí la invitación de The Presidents Club para los festejos por los 400 años del pato, el deporte nacional argentino, no lo dudé. Visitar este país con tanta riqueza cultural y en donde la tradición ecuestre está tan arraigada me entusiasmaba muchísimo: ¡los caballos me apasionan! En Francia, alcancé el Galop 6 [para la Federación Francesa de Equitación, es un nivel avanzado de formación en equitación, uno previo a ser instructora]. Cuando era chica, pasaba horas montando; y otras tantas cuidando caballos. A medida que fui creciendo, fui montando menos: fui alejándome de las competencias. Ahora, sin embargo, estoy recuperando esa pasión de mi infancia.

Fotos: Cortesía de Tatiana Pouille (@tatiana.pb7) y de Amanda Pumarola (@iamaandx).

Agradecimientos: Gurveen Kular (@gurveenkmakeup) por el maquillaje; y a Dasha Fashion (@dasha.uae) por la ropa.

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