Desde hace varias semanas, Venezuela está nuevamente en el radar mediático internacional debido a la escalada de tensiones con Estados Unidos, que van desde las maniobras militares que realizan los estadunidenses en aguas de El Caribe, la reciente incautación de un buque petrolero, la presión económica cada vez más agudizada por Washington y, por supuesto, porque una de las figuras de oposición al régimen de Nicolas Maduro acaparó los reflectores mundiales.
La entrega del Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado, así como su reaparición en Oslo, después de 16 meses viviendo en la clandestinidad, fueron el trending topic mundial en las redes sociales y la imagen de las portadas de los principales medios internacionales. Todo ello, fue acompañado de un discurso bien construido de casi 2 mil 700 palabras que fue concebido para atrapar a todo aquel que lo escuchara.
La ausencia de la propia galardonada en el evento y que en su lugar diera el discurso su hija, Ana Corina Sosa, así como la expectativa que se creó alrededor de su reaparición previo a la ceremonia y horas más tarde cuando se asomara desde los balcones del Grand Hotel de Oslo, supuso una mise en scène cuidada en todos los detalles y creada a propósito para mantener el suspenso y atraer la atención de los seguidores y adeptos a la causa antimadurista.
El discurso desde su inicio lo dice claramente, “he venido a contarles una historia, la historia de un pueblo y su larga marcha hacia la libertad”. Desde ahí nos lleva de la mano hacia una retórica de antagonismos, la lucha entre héroes encabezados por Corina Machado y villanos representados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro, es decir, los buenos y los malos. Algo que parece contradecir a la propia oradora cuando pide no dividir a los venezolanos, pero desde su posición también lo hace.
Las palabras y el tono de la hija durante la presentación del texto no son casuales, nos llevan a lo emotivo y transportan del pasado al presente invocando la historia de la democracia próspera de Venezuela y su ruptura por el retroceso autoritario de la actual política. Es en esta parte donde se denuncia y documentan los abusos con un lenguaje fuerte y añade palabras propias y simbólicas que tanto gusta usar al régimen madurista, “el pueblo venezolano no se rindió”.
Libertad, venezolanos, democracia, mundo, paz, familia, lucha y vida, son las palabras que más se repitieron en el discurso con lo que llevó la estrategia narrativa hacia la parte emotiva, optimista, y esperanzadora al decir que “Venezuela volverá a respirar”; por supuesto el llamado de auxilio internacional no faltó cuando dice que “la causa de Venezuela trasciende fronteras”.
En ninguna parte señala directamente a los responsables de la situación actual del país, pero con una frase poderosa, certera y elegante denuncia todo: “El cabecilla de un golpe militar contra la democracia fue elegido presidente, y muchos pensaron que el carisma podía sustituir el Estado de derecho”.
Me hubiera gustado encontrar un posicionamiento de condena hacia aquellas acciones externas que también ponen en riesgo la paz del propio pueblo venezolano, nos guste o no, las presiones económicas internacionales, sanciones financieras y las cada vez más crecientes ambiciones del exterior por la gran riqueza energética de ese país van en detrimento de un pueblo por completo y no solamente de sus líderes.
El Premio Nobel de la Paz para María Corina Machado representa un gran triunfo para el resto de los líderes opositores venezolanos, pero aun con su repercusión mundial, señalamientos y posiciones de líderes internacionales, no deja de ser simbólico. La verdadera paz y transformación tiene que construirse desde adentro, desde el propio pueblo de Venezuela.

